lunes, 9 de mayo de 2016

El costo del tratamiento para la familia.

Por: M.C. Mireya Ramírez Ordóñez


Hemos hablado hasta el momento de diversos temas relacionados a la recuperación en materia de adicciones, y en este proceso no podríamos omitir hablar de las expectativas que un paciente puede tener acerca de su propio proceso de recuperación con miras a su mejoría.

En mi experiencia como psicoterapeuta, por un poco más de diez años, me he encontrado en la mayoría de las ocasiones con expectativas irreales de los pacientes a cerca de su tratamiento psicológico, y ello aplica a muchos de los servicios profesionales que pueda brindarles un psicólogo o un psicoterapeuta. Ya que muchas de las personas esperan que tengamos como digo a mis alumnos “la solución mágica escondida en el cajón de nuestro escritorio”, pero no es así; la solución a sus problemas implica esfuerzo de su parte para renunciar a viejas ganancias secundarias y poder, poco a poco, construir un cambio apenas a corto plazo. Ello puede representar una terrible desilusión para muchos de los que acuden al psicólogo o psicoterapeuta. Lo cual no es exclusivo de la consulta ambulatoria o los pacientes externos.

En un centro o clínica de rehabilitación en adicciones, dicha fantasía prevalece. Ya que muchas de las familias de las personas que son ingresadas a un centro o clínica en adicciones piensa que con ello “se librarán” de los problemas cotidianos que han vivido junto a su familiar; sin embargo, aunque algunos desaparecen o se controlan como el consumo, las huidas de casa y las conductas de riesgo; esto no lo es todo. 

Detrás de ello viene, acompañar a su familiar mientras hace frente a su proceso de desintoxicación, conjuntamente a afrontar su responsabilidad como familia con relación a la adicción, la cual durante largo tiempo negaron, encubrieron y complementaron, resolviendo sus dificultades y asumiendo por él o ella sus responsabilidades. Todo esto a la par, que toman conciencia de su propio padecimiento: su codependencia de la persona adicta, lo que implica tomar tratamiento familiar, a fin de identificar las conductas y patrones que favorecieron el consumo que culminó en una adicción.

Finalmente, trabajar tanto o más que la persona adicta con miras a su recuperación, implica para la familia reconocer sus propias limitaciones y errores, lo cual a casi nadie nos gusta ni nos es sencillo. Ya que en un contexto de irresponsabilidad siempre será más cómodo y menos angustiante pensar que es el otro el que debe “curarse”.



Es por ello que, contrario a lo que se piensa, el mayor costo del tratamiento, no es monetario; el mayor costo es aquel que causa el sabernos imperfectos y ávidos de cambio.

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