Por: Lic. Irma Saraí Tostado Beltrán
Con frecuencia nos encontramos con personas que
cuestionan el hecho de que la adicción sea una enfermedad; por lo que quienes nos
dedicamos a este tema procuramos ir limpiando los mitos que se generan, como el
de que es un “vicio”, o que solo con la “fuerza de voluntad” la persona puede
salir a delante.
En este sentido podemos comenzar aclarando que una
de las características más comunes de quienes sufren de esta enfermedad, es la negación; lo cual se debe a la falta de
conciencia que existe en nuestra sociedad; esa es la causa de que el
reconocerla e identificarla en las primeras etapas resulte tan complicado para
la familia como para el propio dependiente.
Puede ser que la enfermedad se desenvuelva
lentamente y que empiece como una conducta social adaptada; pero mientras esto
sucede, nuestras funciones cerebrales
también se van modificando, y sin tomar en cuenta la edad de inicio de
estas conductas, pueden tener importantes repercusiones.
Para determinar que es una enfermedad se deben
considerar varios criterios; además de la búsqueda compulsiva de la sustancia,
se desarrolla la tolerancia y el síndrome de abstinencia que son de los
criterios orgánicos que reflejan la afección en el cerebro. Un ejemplo de ello
es la tolerancia, la cual es definida como la necesidad de adquirir más
sustancia para conseguir el efecto deseado, o la disminución del efecto con las
mismas cantidades de consumo; o el síndrome de abstinencia que es la presencia
de síntomas al suspender el consumo debido a la dependencia física.
Esto solo en la parte biológica, además existen
otras complicaciones en las demás áreas como
la psicológica, espiritual y de comportamiento; así como en el entorno familiar
y social de la persona con una adicción.
Por todo ello es importante no tomar a la ligera
esta problemática, ya que a más conciencia tengamos del problema podremos
enfrentarlo de una manera más eficaz.
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